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domingo, 4 de abril de 2010

Una buena descripción vale más que mil imagenes...

La lluvia intensa nubla todo el horizonte. Solo alcanzo a ver parte de la bahía, pero ahora se lo que hay más allá de estas aguas. Intuyo, entre la bruma, la figura del "UnderSea Hunter", nombre acertado del navío que me regresará al continente... mañana... En pié sobre la arena coralina blanca, el mar caliente regresa a mi el agua rojiza, fría, que fluye entre mis pies. Entre dos cascadas rodeadas de espesa, verde y brillante vegetación, recibo la energía de la naturaleza más salvaje en toda su magnitud. El temporal domina a la isla, arrancándole tierra viva del cauce de sus ríos, la lluvia ahonda en las grietas de este pequeño oasis indefenso en la inmensidad del Pacífico. Sangra desde las alturas a escasos metros tras de mi. El agua salada, haciendo honor a su fama de cicatrizante a escala mística diluye la sangre a mi alrededor. Miro el cielo sintiendo la energía de la Pachamama en mi cara, la madre Tierra. Tengo mis manos abiertas a ambos lados de mi cuerpo, ofreciendo y recibiendo todo aquello que necesite de mi o yo de ella, con la suficiente firmeza en mis brazos para aguantar su tormenta y la suficiente delicadeza para sentir, apreciar, el cosquilleo cariñoso de cada una de sus gotas en las palmas de mis manos. Por fin encontré el verdadero tesoro en los últimos días de mi aventura... La Isla... Pero no es mi tesoro, el mio está a muchas millas saladas de aquí, mañana mismo regreso en su búsqueda. Será el fin de una intensa aventura, pero el comienzo esperanzador de otra...

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